martes, 16 de febrero de 2010

Empezando: ¿qué es la homeopatía?

Si hacemos caso de la propaganda que hacen sus creyentes y, sobre todo, sus practicantes, la homeopatía es algo así como el Bálsamo de Fierabrás, un remedio mágico que lo cura todo, sin efectos secundarios y de forma totalmente "natural". Y esa es también la percepción que suele tenerse popularmente de la homeopatía: algo "natural" y a base de plantas, mucho más sano y menos agresivo que la medicina "química".

Pero la realidad, como suele ocurrir, es menos bonita que los cuentos.

La homeopatía fue inventada por Samuel Hahnemann a principios del Siglo XIX, partiendo de tres principios fundamentales. El primero de ellos es la creencia de que la enfermedad no tiene una causa biológica, sino metafísica: el desequilibrio o perturbación de una hipotética "fuerza vital". Este desequilibrio podía deberse a causas internas, como el estado de ánimo de la persona, pero también a causas externas, los llamados "miasmas", unas entidades que ni él mismo supo definir con precisión pero a las que acabó atribuyendo la mayor parte de las enfermedades, si no todas.

El vitalismo o incluso la creencia en las "miasmas" no eran ideas originales de Hahnemann, ni mucho menos, y de hecho en su época ya iban siendo abandonadas, conforme la medicina avanzaba hacia una correcta comprensión de las enfermedades y sus causas. Su aportación original, en realidad, está en los otros dos principios básicos de la homeopatía, la "curación por los similares" y la "dilución y potenciación".

La curación por los similares o "similia similubus curantur", consiste en la creencia de que una enfermedad puede ser curada por la administración de una sustancia que cause los mismos síntomas. Parece ser que la cosa se le ocurrió a Hahnemann tras ingerir corteza de cinchona y experimentar una serie de síntomas similares a los de la malaria. Dado que la corteza de cinchona (y más concretamente, la quinina contenida en ella) se empleaba como cura para esta enfermedad, Hahnemann dedujo que lo que realmente hace que una sustancia cure una enfermedad era era precisamente eso, la inducción de síntomas similares a los de esa enfermedad en una persona sana.

Evidentemente, no hay ninguna razón por la que se pueda suponer que esto sea una norma general, pero es que ni siquiera es cierto para el caso de la cinchona y la malaria: los síntomas que experimentó Hahnemann probablemente se debieron a que era alérgico a la quinina. Por otra parte, si lo pensamos un poco lo que hizo Hahnemann (y siguen haciendo los homeópatas) es centrarse exclusivamente en los síntomas de la enfermedad, pero no en sus causas reales. En caso de que la "ley de los similares" fuese cierta solo serviría para aliviar los síntomas, pero nunca para curar realmente nada.

En tercer lugar tenemos, por último, la ley de las diluciones, una idea aún más extraña que las anteriores. En sus primeros experimentos, Hahnemann comprobó que al administrar a un enfermo una sustancia que le provocase síntomas similares lo único que hacía era empeorarlos, como por otra parte era de esperar. Pero en lugar de replantearse sus ideas, lo que hizo fue ir probando con dosis cada vez más reducidas hasta que dejaba de producirse este agravamiento. Evidentemente, esto se debía sencillamente a que los pacientes recibían cantidades reducidísimas (o incluso nada en absoluto) de la sustancia activa, pero Hahnemann, de nuevo, interpretó los datos a su manera y llegó a la sorprendente conclusión de que el proceso de dilución lo que hacía era "potenciar" las virtudes terapéuticas de las sustancias, al mismo tiempo que eliminaba sus efectos adversos. La dilución, eso sí, debía hacerse siguiendo un determinado ritual, golpeando varias veces el frasco contra una superficie dura recubierta de cuero (Hahnemann recomendaba el dorso de una Biblia).

Todo esto ocurría, recordemos, a principios del Siglo XIX. Desde entonces, la medicina ha evolucionado hasta convertirse en una de las grandes responsables del incremento en la expectativa y calidad de vida que hemos experimentado en las últimas décadas. Descubrimientos como la teoría de los gérmenes, la vacunación o la farmacología científica, junto con la adopción de herramientas tan importantes como los modernos procedimientos de diagnóstico o los ensayos clínicos, han permitido que muchas enfermedades que eran mortales para nuestros abuelos hoy resulten perfectamente tratables, benignas o incluso en algunos casos hayan sido erradicadas. La medicina de nuestros días apenas se parece a la de hace un siglo, y mucho menos a la de hace dos.

Y, sin embargo, la homeopatía sigue anclada en las mismas ideas de Hahnemann, a pesar de que todas y cada una de ellas han sido desmentidas por los avances científicos. Hoy en día se sabe que no existen ni la "fuerza vital" ni los "miasmas". El tratamiento de las enfermedades no se centra en los síntomas, sino en sus causas, y desde luego no se basa en concepciones como la de los "similares" o los "contrarios", propias de la magia simpática, sino al estudio científico de los procesos biológicos.

Peor aún: ya en tiempos de Hahnemann empezaba a imponerse la teoría atómica, es decir, la concepción de que la materia no puede dividirse indefinidamente, sino que está formada de pequeñas partículas -los átomos- que a su vez se agrupan en moléculas características de cada una de ellas. De hecho puede incluso determinarse el número de átomos o moléculas presentes en una determinada cantidad de sustancia, aplicando el llamado número de Avogadro, cuyo valor es de aproximadamente 6,022x1023.

La implicación de estos descubrimientos es que en las diluciones por encima de esa cifra ya no queda ni una sola molécula de la sustancia original. Sin embargo, la homeopatía utiliza grados de dilución mucho mayores; una de las más utilizadas es la 30C, elaborada diluyendo una parte de tintura original en noventa y nueve partes de agua, extrayendo de la mezcla así obtenida una centésima parte, volviéndola a diluir en otras noventa y nueve partes de agua, y así sucesivamente hasta treinta veces. Sin embargo, por muy perfecta que sea la dilución la tintura madre original habrá desaparecido por completo en la decimotercera dilución; a partir de ahí lo único que se hace es disolver agua en más agua. Sin embargo, los homeópatas no solo insisten en que el remedio así obtenido sigue teniendo propiedades terapéuticas, sino que afirman que es más potente cuanto mayor sea el grado de dilución.

Para justificar esta creencia los homeópatas suelen aludir a supuestas propiedades casi mágicas del agua, que según ellos de algún modo "recordaría" haber tenido disuelta la sustancia original. Una idea que no solo no ha sido demostrada, sino que resulta bastante difícil de sostener sin que surjan nuevos interrogantes. Por ejemplo, el ciclo natural del agua implica que la utilizada en la preparación de los remedios homeopáticos tuvo que estar en contacto en algún momento con toda clase de sustancias; ¿por qué no las "recuerda" también? ¿Y por qué no "recuerda" las impurezas presentes incluso en las aguas más purificadas, que lógicamente también se verían "potenciadas" por el proceso de dilución?

Por otra parte, para que las premisas de la homeopatía fuesen ciertas el agua no solo tendría que tener memoria, sino también buena voluntad: ¿cómo explicar, si no, que el proceso de dilución conserve y potencie las propiedades terapéuticas de las sustancias originales (es decir, las buenas), pero no sus efectos nocivos (es decir, los malos)? ¿De qué modo aprende el agua lo que es bueno o no para nuestra salud?

A pesar de que los homeópatas, como iremos viendo en este blog, suelen tener mucha imaginación, normalmente no tienen respuestas fáciles para estos interrogantes, por lo que se escudan en un último bastión de defensa: según ellos, a pesar de todos estos inconvenientes teóricos, en la práctica la homeopatía funciona. Sin embargo, resulta que tampoco es así; los estudios clínicos más rigurosos demuestran que en realidad la homeopatía produce los mismos efectos que cualquier otro placebo, y por lo tanto su efectividad terapéutica real es sencillamente nula. Y aunque abundan los testimonios de personas que aseguran que les ha funcionado, en realidad se deben a causas tan sencillas como la autosugestión, la evolución natural de las enfermedades, nuestra capacidad para llegar a conclusiones erróneas o incluso algo tan simple como que los únicos testimonios que solemos oír son los positivos, pero no los negativos.

El propósito de este blog es aportar información, lo más rigurosa y documentada posible, sobre lo que realmente se esconde tras la homeopatía y otras terapias pseudocientíficas. Y aunque H.L. Menken dijo en su día que "una carcajada vale por diez mil silogismos", no lo haremos ridiculizando a la homeopatía: como veremos, sus postulados son tan absurdos que se las arregla para ponerse en ridículo ella solita...

9 comentarios:

  1. Existe un remedio homeopático específico para este patrón mental de necesidad de justiciera actitud competitiva. Las flores de bach también te irían muy bien.
    Todo es cuestión de estudiar un poco a fondo y con rigor. Y sobre todo, con disposición científica, es decir, de búsqueda honesta, sin prejuicios mentales, sin apegos emocionales.

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  2. Cielos, absolutamente impreciso el escrito desde el mismo principio.Contínuas incorrecciones de contenido, sin mencionar el estilo.Cualquier médico homeópata te dirá que no es inocua, precisamente. Y no, los principios no son de fuente vegetal solamente.
    De principio a fin osadas palabras de alguien, que es evidente no cuenta con el mínimo conocimiento de homeopatía. Lo que da resultado de falta de objetividad, fiabilidad y sí bastante manipulación. Feo, feo.La rabia siempre es non benefactora.
    Nadie que se defina de científico comete ese error.
    Los mejores deseos de mesura y respeto a la hora de hacer acercamientos a nada.

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  3. Me asombras, Gata. Esa explicación es de las pocas que no había oído hasta ahora.

    Shak, no estaría de más que señalases esos erores e incorrecciones. En cuanto al estilo, me temo que no puedo remediarlo: tengo el que tengo.

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  4. Aunque, pensándolo bien, quizá lo del estilo también se corrija con flores de Bach ;-)

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  5. Hola. Por fín encuentro a un escéptico al que poder escribir. Estoy abierto a tus argumentos, a pesar de que os considero la otra cara de la moneda. Te diré que no me gusta el power-flower, pero el otro lado de la moneda... me acojona un poco la verdad. Vuestro discurso machacón, esa media sonrisa de superioridad cuando habláis en televisión, ese protegerse tras la evidencia científica (que por supuesto nunca falseó datos, ni engañó ni mató a nadie...)
    Dices cosas muy fuertes (a mi modesto entender), pero yo no tengo ningún problema en cambiar de opinión si tu me dieras cierta información. Por ejemplo:
    ¿Tienes constancia de cuántos pacientes abandonan sus tratamientos médicos por un tratamiento homeopático? Te pido concreción.
    ¿Has seguido alguna vez un tratamiento homeopático? Hablo de tratamiento, no de patéticos numeritos al estilo sobredosis homeopáticas.
    ¿Tienes constancia de cuantos tratamientos médicos tienen éxito y de cuantos son un fracaso?
    y sobre todo, ¿qué te interesa realmente? en lugar de pretender acabar con la homeopatía (no lo vas a conseguir y en lógica estás perdiendo el tiempo), ¿no sería mejor que en tus blogs trataras de dar ideas para mejorar las interminables listas de espera de la Seguridad Social, o en movilizarte a favor de que los médicos pudieran atender a los pacientes ¡¡¡MAS DE 5 minutos!!!? Porque ese es el quid de la cuestión y por eso cualquier médico que disponga de ese tiempo le saldrán las cosas mejor. Eso es más duro, pero te sentirás mejor y menos amargado. A lo mejor no te compensa porque seguro que tú usas la sanidad privada ¿verdad pillín?

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  6. Vamos a ver si aclaramos un poco los conceptos, Yago:

    - Desconozco el número de pacientes que abandonan sus tratamientos médicos por un tratamiento homeopático, pero realmente me da igual: con que fuera solo uno ya estaríamos ante un problema. Y además no es solo uno: aquí tienes listados unos cuantos, y la cuestión es tan seria que incluso la han empleado como argumento para declarar a la homeopatía como "acto médico" la Organización Médica Colegial o la Comisión de Sanidad del Congreso. En las sesiones del Comité de Ciencia y Tecnología del Parlamento Británico ha hablado de esta cuestión alguien tan poco sospechoso de hostilidad hacia la homeopatía como todo un director de uno de los hospitales homeopáticos del NHS.

    - No he seguido personalmente ningún tratamiento homeopático. Tampoco me han operado de apendicitis, no he tomado jamás paracetamol para aliviar el dolor menstrual y, ya puestos, no he sido sometido a ningún tratamiento para inducir al parto. Pero esto no me impide acceder, como todo el mundo, a las evidencias científicas sobre la efectividad de esos tratamientos, y resulta que algunos funcionan y otros, como la homeopatía, pues no.

    Por otra parte, si te sirve de consuelo sí que tengo en mi entorno inmediato personas que han seguido tratamientos homeopáticos. Vamos, que yo también tengo evidencias anecdóticas. Pero como soy consciente del valor de esas evidencias anecdóticas (es decir, ninguno), difícilmente las verás reflejadas en el blog. Ahora, si tienes mucho interés...

    - ¿Que qué me interesa realmente? Simplemente hacer algo de divulgación rigurosa sobre un tema en el que por desgracia (para los pacientes) abunda la propaganda interesada. Las personas no siempre actuamos por interés egoísta, ¿sabes? De hecho, si en vez de destapar unas cuantas verdades incómodas sobre la homeopatía estuviese presumiendo de abonar una cuota mensual a Médicos Sin Fronteras probablemente no pretenderías insinuar que tenga yo algún interés inconfesable, y si lo piensas en el fondo lo que hago no es tan distinto.

    - En cuanto a las listas de espera o el tiempo que los médicos de la Seguridad Social pueden dedicar a cada paciente, también son problemas serios, pero no veo por qué los planteas como si fueran una alternativa excluyente a hablar sobre la homeopatía. De hecho, ni siquiera estoy muy seguro de que sea posible decir que sea "mejor" hablar de esas cuestiones. En España hay mucha gente que utiliza la homeopatía, y muchos médicos que la prescriben (por no hablar de los charlatanes); si lo piensas, el hecho de que tanta gente confíe en un sistema terapéutico que sencillamente no sirve para nada es escalofriante.

    - Y por último, que yo use la sanidad privada o pública es algo absolutamente indiferente. Mis argumentos serán buenos o malos (y hasta ahora no he visto que hayas refutado ninguno, por cierto) por sí mismos, no por el tipo de sanidad a la que yo acuda. De hecho, yo estaría cometiendo el mismo error que tú si ahora te recordase que la práctica de la homeopatía en España es privada y no pública ;-)

    De todos modos, si te sirve de consuelo, te diré que utilizo la sanidad pública, hago cola en el ambulatorio como todo hijo de vecino, y hasta me tengo que tragar los vídeos que el Servicio Valenciano de Salud coloca en la sala de espera.

    Y ahora venga, ya que estás animado: ¿algún argumento real?

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  7. Amigo Fernando:
    Gracias por contestarme.
    Te mando estos dos escritos para que veas que yo no desestimo tu planteamiento sobre la homeopatía en absoluto.
    Ahora bien, yo también tengo una mente crítica (no sólo tu y los tuyos la tenéis), pero eso no os da ningún derecho al insulto, a la descalificación personal y demás lindezas y ligerezas que os permitís.
    De ahí, querido amigo, no sale nada bueno.
    Estas chorradas del 1023, por citarte un ejemplo dan una pésima imágen y perjudican notablemente (y sin que seáis conscientes de ello) el tratar el tema con total seriedad.
    ¿Quieres respeto? respeta, ¿quieres ser tomado en serio? toma en serio a la gente, ¿quieres información veraz? da información veraz y no un puñado de medias verdades (lo de la paginita que me das para ver los casos..., en fin, sin comentarios)
    Aquí tienes estos dos escritos, mira como se puede criticar muy duramente y ser una persona educada, respetuosa y sobre todo RESPONSABLE.
    Porque de tu actitud cañera, siempre (aunque sólo sea uno como tú me dices) puede aparecer algún cafre que se pase tres pueblos y genere consecuencias aún más peligrosas que las que gente como tú dice pretender evitar.

    Un saludo. Disfruta de estos dos artículitos, no tienen desperdicio.

    - El atractivo terapéutico de los duendes y las hadas
    Por José Ramón Zárate, subdirector de Diario Médico

    En el Reino Unido discuten acaloradamente sobre la utilidad terapéutica de la homeopatía. A decir verdad, los estudios realizados hasta ahora no la favorecen mucho. Su principio básico de similia similibus curantur tiene cierta lógica -ahí están las vacunas-, pero para muchos no es más que un placebo. Casi todos tenemos algún pariente o amigo entusiasmado con las maravillas de ese remedio para males menores. Entre la superstición y la fuerza misteriosa de la autosugestión navega un próspero negocio de pulseras magnéticas, bebedizos mágicos y píldoras milagrosas que aprovechan la credulidad e ingenuidad del respetable. La semana pasada, el Nobel francés Luc Montagnier estuvo en Barcelona promocionando la papaya fermentada, un antioxidante que -dijo- frena el envejecimiento. La obligación de científicos y autoridades sanitarias es mostrar la eficacia, real o fantasiosa, de tales productos y sustancias, y educar en ese sentido a los ciudadanos, retirando de la circulación lo que les pueda envenenar. Luego, cada cual es libre de confiar en duendes y hadas. A los niños les ayudan a dormir.

    - La sustancia milagrosa no era más que agua coloreada
    Por José Ramón Zárate, subdirector de Diario Médico
    Se estima que más de 80 millones de estadounidenses acuden a las medicinas alternativas o complementarias, desde hierbas y megavitaminas al yoga, se informa en The New York Times. Seguramente en España la proporción será parecida. La actitud del médico puede ser despreciar olímpicamente al paciente por ignorante o reconducirle con paciencia, tarea heroica hoy en día dada la escasez de tiempo de las consultas. Es lo que intenta hacer Michael Fisch, del Anderson Cancer Center, de Houston. Cuenta que cuando un paciente suyo decidió optar, en lugar de por la quimioterapia tradicional, por un prometedor veneno de serpiente que había encontrado a través de internet, lejos de expulsarle del despacho le prometió analizar esa sustancia. La espectroscopia de masas reveló que no era más que agua coloreada de azul. Educar al paciente dolorido que acude con remedios extraños extraídos de internet o de una tienda esotérica es, sin duda, arduo, pero es una forma de involucrarse en su proceso, de comprenderle y, a largo plazo, de aumentar la confianza en la medicina que cura.

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  8. ¿Como sigue este debate? Me encantaria seguir leyendo.

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  9. No es lo que intentaba hacer el que ha escrito esto?

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